ORÍGENES DEL IUSNATURALISMO

 

LA EPOPEYA DE GUILGAMESH

                       (Cultura Sumerio-Acadia, c. 2500 a. C.)

Guilgamesh, rey de Uruk (Mesopotamia), derrota al toro monstruoso Humbaba, y se dispone a matarlo. Al ver próximo su fin, “las lágrimas llegaron a sus ojos y estaba pálido”, y entonces Humbaba implora: “Guilgamesh, déjame hablar. Jamás conocí una madre, no, ni un padre que me criase. Nací de la montaña, ella me crió, y el dios Enlil me hizo cuidador de este bosque. Déjame ir en libertad, Guilgamesh, y seré tu siervo, tú serás mi señor”. Guilgamesh se conmueve, pero su amigo Enkidu le insiste en la necesidad de matar al cautivo. Entonces éste le pregunta: “Oh, Enkidu, ¿no debería acaso el pájaro capturado retornar a su nido, y el hombre cautivo volver a los brazos de su madre?”. Pero Enkidu no se inmuta, y urge a su compañero: “Mata primero a Humbaba, y luego a sus sirvientes”. Guilgamesh duda: "Si lo tocamos, el brillo y la gloria de la luz serán puestas en confusión, la gloria y el boato se desvanecerán, sus rayos se quebrarán". Sin embargo, Enkidu lo convence, y lo asesinan. Los dioses estallan en ira: “¿Porqué habéis hecho esto? Desde ahora, que sea el fuego en vuestras caras, que consuma el pan que comáis, y que beba lo que bebáis”. Y, para reafirmar su cólera por esa muerte innecesaria, arrojan la enfermedad sobre Enkidu, que languidece hasta fallecer.

(La ilustración es la impresión de un sello súmero-acadio)

 

EL CÓDIGO DE HAMMURABI

                       (Babilonia, c. 1700 a. C.)

Esta gran piedra negra (Museo del Louvre), lleva inscripto el Código del rey Hammurabi de Babilonia. Lo muestra a éste de pie, en actitud reverente, frente al dios solar Shamash, que está sentado en un trono, con atavíos mayestáticos. El monarca  escucha los grandes principios divinos, a los que adecuar sus leyes. Lo establecido o defendido por los dioses no son las leyes en sí (que corresponden a los gobernantes humanos) sino los principios, los criterios cósmicos, a que ellas y los actos de los poderosos en general deben ajustarse, para poder ser llamados, tanto esas leyes y actos como sus autores, “justos”, “sabios” o simplemente “buenos”. Hammurabi, que en el prólogo de su Código, por delante de una larguísima lista de títulos, se menciona a sí mismo como “el pastor elegido de Enlil (el mismo dios y la misma imagen de la Epopeya de Guilgamesh), declara en el epílogo: “¡Por orden del dios solar Shamash, el gran Juez de los cielos y de la tierra, que mi derecho resplandezca en el país! [...] Que el oprimido que tenga un litigio, vaya ante mi imagen de Rey de Derecho y se haga leer las inscripciones de mi gran piedra, que oiga mis preciosas palabras, y que mi piedra se aplique a su causa, que vea resuelto su caso, que respire aliviado su corazón y que proclame: ¡Hammurabi es un señor! ¡Es para le gente como un padre para sus hijos! ¡Se ajustó a la palabra del dios Marduk, su Señor, ha promovido el triunfo de Marduk en lo alto y en lo bajo; ha contentado el corazón de su Señor! ¡Ha traído para siempre la prosperidad a las gentes, ha gobernado el país según el Derecho!”

(versión tomada de Castro Dassen y González Sánchez)

 

EL PESAJE DEL ESPÍRITU

                                            (Antiguo Egipto)

“Hay allí una balanza cuyo control ejerce el dios Anubis: ocupa uno de los platillos la diosa Maat, la Verdad-Justicia, con la forma de una pluma, su emblema gráfico; en el otro está el corazón del muerto, es decir, su conciencia. Toda ruptura del equilibrio constituye una señal cierta que descubre el fraude y confunde al impostor. Thoth, el secretario de los dioses, con sus instrumentos de escriba en la mano, consigna el resultado de la prueba; a su lado un monstruo de cuerpo de león y de hipopótamo y fauces de cocodrilo está pronto para atrapar a los mentirosos imprudentes. Tal es el esquema de la célebre psicostasia o pesada de los espíritus, cuya crisis decisiva ilustran con frecuencia los papiros funerarios” normalmente llamados Libros de los Muertos, explica el egiptólogo francés Sainte Fare Garnot. Técnicamente, el muerto que había sido injusto no era condenado a perder la inmortalidad (a la muerte de su espíritu, de su ka) en razón de sus actos injustos, sino de haber cometido perjurio ante el tribunal de los dioses. Es decir, por haberse declarado inocente de toda injusticia, sin serlo.

En la ilustración, tomada de un Libro de los Muertos, Horus realiza el pesaje, Maat supervisa la operación, y Thoth se dispone a labrar el acta.

 

LAS PARTERAS HEBREAS                 

                          (La Santa Biblia)

El Libro del Éxodo (Capítulo 1) relata que, deseoso de extirpar la etnia israelita, el faraón convocó a las dos parteras de ese pueblo, y les ordenó: "Cuando ayudéis a parir a las hebreas, si naciere un hijo, matadlo; si fuere hija, entonces vivirá". Pero "las parteras temieron a Dios y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que reservaban la vida a los niños". Las parteras judías no tratan de disuadir al faraón, ni imploran sobre él el castigo divino. Pero resuelven la contradicción entre la norma humana vigente (orden del monarca) y los principios cósmicos (no matarás) desoyendo la primera, por “temor a Dios”. La desobediencia de las parteras israelitas no es una rebelión. Por el contrario, ellas cuidan de no enojar al faraón. Al enterarse, éste las increpa enojado, pero ellas no responden con una declaración de principios, ni adoptan una postura de mártires. Por el contrario, prefieren una mentira piadosa. “Las mujeres hebreas no son como las egipcias, porque son robustas y paren antes que la partera venga a ellas", le dicen al monarca. Aun así, "Dios hizo bien a las parteras": le bastaba que hubiesen hecho prevalecer los principios divinos sobre las órdenes del faraón. No necesitaba una revolución.

 

SÓFOCLES y su ANTÍGONA

                          (Grecia, siglo V a. C.)

Antígona es una tragedia de Sófocles. Tal vez la mayor demostración de su extraordinaria vigencia temporal de ANTIGONA, además de la versión existencialista contemporánea de Jean Anouilh, sea el hecho de que, en la propia Grecia, la llamada "dictadura de los coroneles" (1967), prohibiera su representación, veinticinco siglos después de su estreno. La situación es la siguiente: Creón, rey de Tebas (ciudad - estado de la región montañosa de Beocia, habitada desde la época micénica - período en que se forjaron las tradiciones del ciclo edípico, a la cual pertenece la de Antígona), emite un decreto prohibiendo dar sepultura a su sobrino Polinices, hermano de Antígona. Ésta es encontrada intentando enterrar a su hermano, y llevada ante Creón. He aquí la escena:

"Creón: ¿Vos, vos que mirás al suelo, afirmás o negás haber hecho ésto?

Antígona: Lo afirmo, y no tengo por qué negarlo.

C: Decíme una sola cosa: ¿sabías que una proclama prohibía hacer lo que hiciste?

A: Claro que lo sabía. ¿Cómo podía ignorarlo? Era público.

C: Y aún así, te atreviste a pasar por encima esa norma...

A: Sí, porque no era Zeus el que me daba esa proclama, ni la diosa de la justicia. Ellos no establecieron esas normas para los hombres. Y porque juzgué que tus proclamas no tenían tanto poder que, siendo vos un mortal, pudieras pasar por encima de las normas no escritas e inquebrantables de los dioses, que no son de hoy ni son de ayer, sino que viven desde siempre, y nadie sabe cuándo vieron la luz. No iba yo a sufrir el castigo divino, por temor a la arrogancia de ningún hombre".

 

RESPONDER:

¿Cuáles son las características comunes de las ideas que surgen de estos textos?

 

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